miércoles, 2 de junio de 2010

Mi primer “baño de pueblo”.

No es que no haya estado en Johannesburgo. Más bien, es esa sensación que aparece obsesivamente a los etnógrafos y sociólogos (tal vez no a todos) de “estar con el pueblo”. Es decir, me he estado quedado (y de hecho así será durante los próximos dos meses) en casa del amable Prof. Robert Thornton, otro antropólogo surafricano, que francamente vive muy bien y tiene una bellísima casa. Siendo sincero, me encantaría tener una casita como ésta. Un lindo jardín al frente, un chalet después y un bello y bondadoso patio en la parte trasera, en cuyo costado ¿oeste? (esto de la orientación en el cono sur es un poco diferente) se encuentra un pequeño departamento (qué digo pequeño, muchos ya lo quisiéramos, incluso en Pantitlán).

La casa se encuentra ubicada en el suburbio de Greenside. Parece que no es precisamente el más “sofisticado” ni el más chic de todos en Johannesburgo, pero digamos que bien podría competir con las Lomas o el Pedregal, allá por chilangolandia. Todas las casas elevan grandes muros en sus respectivos perímetros, lo cual va en contra de la tradición anglosajona y holandesa y hace que se asemeje más aún a una colonia mexicana. En su defecto, las casas tienen sofisticados sistemas de alarmas y cercas electrificadas que desde las puertas de entrada lanzan la amena: “Peligro. Alto voltaje. Respuesta armada inmediata”.

En Greenside, las calles no son propiamente peatonales, aunque tienen banquetas, por supuesto. Circulan por sus calles (eso sí, por el lado izquierdo, en pleno respeto a la tradición británica) camionetas Land Rovers o Mitsubishi y bastantes Mercedes, Audis y BMW como para poner pelos de punta de emoción a cualquier vago mexicano de esos que se dedican a zafar y embolsarse los espejos laterales. Digamos que se ve que la gente de estos lares de la ciudad vive bien. Pero con miedo.

Ayer, el primer día de junio finalmente salí a darme ese “baño de pueblo” que tanta angustia me estuvo generando su espera. El Prof. Vawda pasó por mí a las 9 de la mañana. Yo todavía no puedo acceder al campus de Wits ya que, como han de suponer, se encuentra cercado y se requiere de una credencial para ingresar a él; dicha credencial no me ha sido entregada. Los compañeros de la Ibero me entenderán muy bien. A los de la UNAM, el Poli o la UAM les puede sonar un poco fastidioso. El Dr. Vawda dice que el campus era abierto hasta hace algunos años, pero que muchos alumnos y profesores ingresaban armados a él, además de que los asaltos y robos de automóviles se incrementaron sensiblemente. La opción: cercar el campus y restringir la entrada. No voy a debatir el asunto.

Ya en el campus, especialmente en el Departamento de Antropología, en donde me han ofrecido un modesto, eficiente y frío cubículo, esperé la llegada de Kendall, mi guía. Kendall es un treintañero de Zimbabwe, maestro y postulante al doctorado en antropología social. Mide cerca de 1.50 m. y usa rastas. Es diabético, igual que yo, según su propia confesión. Realizó para su maestría un estudio sobre la xenofobia hacia los inmigrantes de países vecinos que llegan a Suráfrica (SA). Muy peculiar la forma de abordarlo: estudió los criterios que establecen los surafricanos o surafricanas para entablar relaciones amorosas con los forasteros. El estudio lo realizó en un township (especie de colonia popular) llamado Alexandra, al cual iré el próximo viernes.

Bueno, ni Kendall ni yo teníamos un plan especial. Como buenos etnógrafos, sólo nos dejamos llevar por las circunstancias. Antes de salir de Wits, nuevamente me llovieron las advertencias. “No lleves la mochila. Mejor toma la cámara fotográfica y métela en tus bolsillos. No te lleves todo el dinero. Máximo R200”. El Prof. Vawda se veía un poco preocupado por mi salida del campus. Kendall lo tranquilizó. Finalmente, me encontré con la gran ciudad, a pie, como debe ser. Kendall con su peculiar acento, me señalaba los lugares por los que caminábamos. Primero cruzamos el puente “Nelson Mandela” (¿qué raro no?), el cual pasa por encima de la estación de trenes “Park Station” con sus cuarenta y dos vías alineadas una junto a la otra. El puente es colgante y es uno de los intentos iniciales por reconvertir, al estilo de los centros urbanos europeos y gringos, una de las partes centrales de Jo’burg. De un lado, la Universidad de Wits y del otro el “cool” Newtown, centro de la actividad cultural y recreativa de la ciudad.

Al lado de Newtown, la plaza Mary “Zapapico” Fitzgerald (considerada la primer sindicalista minera sudafricana durante la segunda década del siglo XX), lugar en el que se montará el más grande (único “oficial” de la FIFA) de los “fan parks” en Johannesburgo. A uno de sus costados, el Museo de África, un pobre y poco interesante museo que combina la antropología con el arte. En un extremo de la plaza, una especie de muñeco de Lego fue armado con cientos de cajas plásticas de Coca-Cola. Del otro estará una pantalla gigante y el equipo de sonido. Los patrocinios corporativos no se harán esperar en este parque.

Kendall me sugirió que fuésemos a conocer el “Soccer City”, el nuevo y costoso estadio en el que se jugarán los partidos inaugural y final de la Copa del Mundo. Cruzamos por el centro de la ciudad, la cual tiene una gran actividad comercial y de servicios. Muchos elementos visuales dan cuenta del mundial: anuncios, banderas y muchos comercios vendiendo la camiseta de los Bafana, Bafana, el equipo nacional surafricano y las ubicuas y ruidosas vuvuzelas, que son las trompetillas plásticas que utilizan los aficionados surafricanos para alentar a los equipos de futbol. Los centros comerciales atiborrados de publicidad y vendimia mundialista. Uno de los edificios más importantes del centro con los logos de Nike flanqueando sus costados; otro más, la emblemática Torre Hillbrow, ensartando un gigantesco balón de fútbol.

De ahí, a buscar los taxis colectivos, tan parecidos a las combis y camionetas usadas en México. Pero si los mexicanos nos quejamos del pobre e insufrible servicio que por allá se ofrece, sólo hay que conocer el de Jo’burg. De entrada, las camionetas no cuentan con señalización alguna: ni número de ruta, ni letrero alguno que digan a dónde van y de dónde vienen. Hay que preguntar, pero eso no garantiza nada. Todos los “encargados” (me recuerdan al “Papas”, por allá de Tacubaya, controlador del tráfico rutero, altamente sofisticado si lo comparamos con sus contrapartes surafricanas) dicen sí y señalan indistintamente a las filas. Kendall no se atreve muy bien a preguntar y se deja llevar un poco por la inercia, un tanto como yo. Una fila primero y abordamos el micro. Un minuto después, abajo. Esa no era. Otra fila. El encargado grita y nos regaña porque no avanzamos. Kendall decide la retirada: “Mejor nos vamos en autobús. Este hombre es un gruñón”, me dice.

Una cuadra adelante, ingresamos a la estación de una especie de Metrobús. Ni más ni menos que de a R8 (casi $13, por cabeza) el viaje. Una fila más dentro de la estación. Llega el autobús y ninguno de los de adelante ingresa. Los de atrás sí. Kendall nuevamente se muestra sorprendido. Pregunta: “¿A Soccer City?”. “Sí, sí, este va”, le contestan. Subimos. Él sonríe y me mira: “No te preocupes, yo conozco todos los rincones de la ciudad”. Simplemente pienso: “Menos mal”.

El autobús avanza entre las calles y finalmente ingresa a lo que yo consideraría como las partes periféricas de la ciudad, por el lado oeste. Cruzamos grandes descampados. Un poco más al frente, del lado oeste, voluminosas naves industriales y bodegas acompañan nuestro viaje. “¿La zona industrial?”, pregunto. “Sí, así es”, me responde. Quince minutos después, junto a los artificiales e imponentes cerros (producto de los desperdicios sacados de las minas áureas de la región), aparece, como uno más de ellos, el imponente “Soccer City”. Nos aproximamos a la estación vecina. Sorpresa. El autobús no hace parada. “No te preocupes. Cuando lleguemos a Soweto regresamos”, me dice Kendall. Yo no muestro mucho interés, ya que las afueras del estadio siguen bajo construcción y mostrando los últimos arreglos, por lo que pienso que, por lo pronto, no tiene mayor chiste ir ahí.

Seguimos nuestro rumbo a Soweto, mundialmente conocido porque fue precisamente ahí donde el movimiento contemporáneo antiapartheid cobró relevancia. Pero esta historia la dejaré para más adelante.

8 comentarios:

  1. Señor...
    Muy entretenida leyendo tus descripciones antropológicas. Más allá de felicitarte, mi lectura me ha generado algunas interrogantes:
    1. ¿El barrio donde estás, así siempre ha sido resguardado? ¿Tiene algo que ver con el mundial?
    ¿El gobierno de esta zona, va a implementar estrategias para los extranjeros, para que puedan sobrevivir en las calles? ¿señalamientos, policías, mejor transporte?
    Hasta donde tengo entendido, el mundial ha traído un 80% de mejoras a la ciudad... qué sucede?
    2. Por qué siempre a un extranjero, se le da la bienvenida a ese país, por medio del miedo?
    Es un rito de iniciación? Qué tanto tu te sientes identificado con ese miedo? Qué es el peligro para ellos?
    3. Si bien es importante que ahora conozcas, como un mexicano va a sobrevivir en Surafrica y vivir la experiencia de un país más amolado que el de nosotros... qué tanto sería idóneo que hicieras tus recorridos solo?
    4. Soccer city? qué es?

    Y pues con respecto a la cámara, yo que tu compraba tres. E iba respaldando todas las fotos... si se la roban, es parte del show... Pero está experiencia es única e irrepetible

    Por cierto, que envidia de la casa... No hay pretexto que no tuviste un ambiente propicio para hacer tu diario de campo... jaja

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  2. Hola Sergio, me da gusto leerte desde tierras lejanas. Resulta atractiva la descripción que haces del territorio surafricano, así como las comparaciones con el peculiar DF. Espero que puedas adentrarte en los olores y sabores de esas tierras y que a través de la descripción nos contagies y nos lleves de viaje contigo. Saludos y buena estancia.

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  3. Me parece interesante la descripción de las peripecias para tomar un autobús que realmente te llevara al lugar. Me imagino que esto te sucede por estar con el pueblo, ya que seguramente para los extranjeros habrá otros medios de transporte, pero te felicito por tomar riesgos como todo un buen etnográfo. felicidades.

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  4. jajaja voy a hacer un comentario bien etnocentrico, no cabe duda que saliendo del distrito todo es cuautitlan, en fin. Parece que los surafricanos tienen lamisma costumbre que los mexicanos, inaugurar las cosas antes de que se terminen, no9 recuerdo si ayer o el martes oi una nota de que blatter habia inaugurado el soccer, para el que sepa, blatter es el presidente de la fifa y el soccer city como bien dice santiago es el estadio principal, pregunta tecnica porque mencionas a la torre hilbrow y no menciona a la torre brixton, mera pregunta tecnica.

    En fin me uno al comenterio de la compañera,que honda con los mercados, hay, que venden, cual es la comida tipica, vas a tener el valor de comer en el clasico puesto de lamina en la esquina o la neta te vale, jejejej un abrazo y estamos en contacto

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  5. Hola Sergio:
    Interesantísima la descripción de esta travesía, con los detalles que vas percibiendo y que nos ilustras a la manera cotidiana de nuestro vivir mexicano.

    Me muero de ganas de empezar a conocer más acerca de los sentidos, significados y análisis que darás a esta investigación, que mostrará la mirada que irás construyendo.

    En particular me interesa la temática sobre el miedo, cómo es que se va constuyendo?, me parecen muy pertinentes las preguntas del primer comentario y ojalá podamos abrir más discusión sobre el asunto. Al parecer el miedo entra dentro de los nuevos dispositivos de control, los cientistas sociales hablan de ello extendiendo las aportaciones de Foucault al trabajo del biopoder, nombrándosele en la actualidad de distintas formas: Inmunopolítica (Esposito), Tanatopolítica (Agamben), Necropolítica (Mbembe), este último en Africa precisamente hablando de las nuevas formas de exterminio.

    Mucha Suerte Antropólogo Social

    Cristina Torres

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  6. muy bien ahi la llevas pianpianito, como decimos por aca, igual te compartiré algunos comentarios hechos por la TV de aquí sobre la afición mexicana que se encentra en el mundial

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  7. soy jorge Maldonado: luego te mandare los reportes hechos por Oscar Cadena..para comparar; ja,ja
    como viste el triunfo ante Italia

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  8. HOLA que interesante relato, te vas adentrando en los flujos de cotidianidad de este pueblo, los patrones de conducta que para ellos resultan familiares y que han naturalizado, pero que para ojos extranjeros son tan poco comunes.
    Las reacciones ante tu presencia ha sido diversificada desde un afán de protegerte, hacerte compañía, mostrarte la ciudad.
    al deambular por ella te encuentras una serie de costumbres que te habla de una manera diferente de relacionarse con los espacios, de trasladarse, de comunicarse.
    Cabría reflexionar para este grupo social
    ¿Que implica todo este movimiento económico? aparte del movimiento económico, ¿cual es la mirada del ciudadano "común"?¿qué mitos y/o emociones se movilizan con esto? saludos
    Hilde

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