lunes, 28 de junio de 2010

¿Se pueden explicar sociológicamente las derrotas del futbol mexicano? Algunas reflexiones sueltas y al calor del 1 a 3 frente Argentina.

Hace unos días, en Melrose Arch, uno de los lugares que los mexicanos visitaron con más asiduidad en Sur África (SA), los ánimos eran muy festivos y optimistas. Las entrevistas que realicé mostraban un cuadro de posibilidades futbolísticas muy halagüeño. Algunos de los entrevistados veían a los “once del patíbulo” como los próximos y nuevos campeones del mundo. “¿Por qué no?”, me preguntaban, intentando señalar que la escuadra tricolor era tan competitiva como cualquiera de las otras. ¿Por qué no?, reitero la pregunta y esbozo algunas reflexiones a manera de respuestas.

1. Porque la técnica es una construcción social que se incorpora individualmente. Es decir, cualquier tipo de actividad está socialmente determinada. Bailar salsa o cumbia para los colombianos (estoy planteando un estereotipo) es una actividad que requiere de una técnica que ha sido socialmente construida y que los individuos asimilan y desempeñan casi sin darse cuenta. Habrá virtuosos del baile y muchos que simplemente acceden a un estatus “medio” de la técnica cumbiera. Sin embargo, ese estatus medio de los colombianos “superará” (aunque no estén en competencia), por ejemplo, las posibilidades que tienen los suizos de bailar cumbia con la técnica “correcta”.

2. Porque la técnica se realiza y se proyecta en el desempeño individual y colectivo de una determinada actividad. Pero esa técnica, definitivamente requiere de la combinación de factores tan diversos como las “instalaciones” para enseñarla, la importancia de la actividad a desempeñar, etc. En una frase: la técnica depende de los recursos sociales que estén disponibles para su producción y reproducción. De esos recursos, en el mundo contemporáneo, sobresalen los administrados por dos instancias: el gobierno y el capital. La educación pública institucionalizada y los medios de comunicación, por citar dos ejemplos, dan cuenta de esos espacios en donde las técnicas socialmente valoradas se desarrollan y debaten, pero que son dominados por las directrices gubernamentales y de la clase económica hegemónica. Aunque, por supuesto estas dos instancias no son las únicas: la familia o el llamado ámbito privado juegan papeles también muy importantes y se engarzan dialécticamente con las otras.

3. Porque la competencia y el ánimo competitivo también son una especie de técnica que requiere ser creada, reproducida y valorada socialmente. No hay ninguna sociedad que “por naturaleza” sea competitiva. No por lo menos en la lógica de sobresalir “individualmente” y conseguir triunfos y más triunfos ab absurdum.

4. El deporte es una “invención” social que de manera incisiva ha insertado valores de competencia esencialmente arraigados por y en la trayectoria histórica “occidental”. El futbol es un proceso social complejo que ha requerido la adaptación de una técnica social (o varias técnicas, incluida la de la competencia) y la eliminación, transformación o disminución de muchas otras. Si me pongo antropológico, la reciprocidad, tan arraigada en los menesteres sociales mesoamericanos y andinos ha sido degradada y desarticulada en muchas de sus conexiones sociales y sustituida por el espíritu social de la competencia capitalista, incluyendo los deportes, como en el caso del futbol. Weber no me dejará mentir. En el futbol lo importante no es retribuir al “otro”. Lo que importa es su derrota, demostrando que se es mejor y superior.

5. En el campo social del futbol, México “ingresó” de forma muy distinta y tardía al sistema de competencias internacionales y la consolidación de sus propias instituciones organizativas tiene una trayectoria muy diferente al de otros países latinoamericanos. No hay que olvidar que la historia mexicana independiente ha estado cruzada por la disputa incisiva (entre otras) que se da entre la modernización-modernidad y la (llamémosla así a falta de mejor sustantivo) tradición. Esto es un esbozo y no pretendo ahondar en el tema. Lo importante para mí, en el caso que me ocupa, es que a diferencia de Argentina o Brasil, por señalar un par de ejemplos de países exitosos en el campo social de la competencia futbolística, en México la construcción social de los recursos para generar futbolistas de calidad técnica competitiva en el ámbito internacional no ha logrado cuajar del todo. En primera instancia porque la modernidad mexicana difiere en mucho de la argentina o la brasileña. En estos dos países, millones de proletarios y campesinos desterrados de sus lugares de origen en Europa, destinados a sobrevivir bajo las presiones de un espacio social sometido a la lógica del capital y de la competencia, rápidamente asimilaron y desarrollaron y “criollizaron” algunas de las prácticas deportivas “importadas” (junto con ellos, de hecho ellos eran el futbol corporizado) desde Europa. Los sectores populares argentinos y brasileños velozmente se engancharon al proceso de deportivización occidental. La creación de clubes deportivos populares, con una fuerte raigambre local se dejaron ver en esos países desde muy temprano en el siglo XX. Los clubes jugaron un papel muy importante en ese proceso.

En México, por el contrario, la Revolución da cuenta de las tremendas contradicciones sociales entre las fuerzas sociales, económicas y culturales en disputa. Si bien muchos sectores urbanos fueron incorporándose con cierto entusiasmo y velocidad a las prácticas deportivas, estos nunca fueron capaces de consolidar clubes de gran raigambre local y popular. El hecho es que el futbol mexicano derivó, en su etapa profesional, en una lógica muy diferente a la de sus contrapartes sudamericanas. Es decir, pronto, la consolidación de clubes-empresa se hizo la norma en México, dejando fuera de la práctica futbolística, por supuesto, a amplios sectores populares. Si bien es cierto que la práctica del futbol en nuestro país se popularizó sensiblemente a lo largo de todo el siglo XX, no es posible hablar propiamente de un “sistema” organizado y establecido para su práctica, sino hasta la segunda mitad del mismo. Para hablar de una institucionalización del futbol mexicano, tal y como se conoce en la actualidad, es preciso referirse a los 1950 y 1960. Los clubes que hoy conforman la liga mexicana, a excepción de unos tres o cuatro, ingresan formalmente a las competencias profesionales de primera división en esas décadas. Los casos de Pumas, Cruz Azul, Tigres, Monterrey (e incluso el nuevo América post-Televisa) y unos aún posteriores, como el nuevo Pachuca, Jaguares o Indios, así lo demuestra.

6. Siendo esto, no es sorprendente que el desempeño de los jugadores mexicanos actuales aún esté sometido a las fuerzas sociales que se han configurado históricamente. Por eso el “fracaso” futbolístico mexicano en las competencias internacionales no debe de sorprendernos. Si es posible hablar propiamente de una “técnica” de jugar al futbol, el caso mexicano no ha logrado desarrollarla plenamente. En una medida debido a la trayectoria histórica y a la consolidación tardía de nuestro sistema futbolístico. Más de medio siglo separa a México de las potencias sudamericanas. Pero esto no explica todo el panorama. La marcada tendencia del control organizativo en unas cuantas manos, oligárquica (yo le llamo goligárquica) y corporativa del futbol nacional, especialmente por los dueños de la televisora de Chapultepec, han sometido al futbol popular mexicano a un plano secundario.

7. Los triunfos iniciales de las naciones sudamericanas en las décadas de los 1920 y 1930 les permitió a estos países afianzar un cúmulo histórico favorable. En cierta medida, la capacidad de sus estados nacionales les permitió a los practicantes del futbol sudamericano consolidar sus estilos y sus técnicas futbolísticas, que de forma temprana contaron con un palmarés triunfador (Uruguay fue campeón olímpico en 1924 y con la Argentina disputó la final de las olimpiadas en 1928) lo cual ayudó dialécticamente a fortificar posteriormente su posición hegemónica. En México nada de eso pasó y, por el contrario, el ingreso mexicano a las competencias internacionales fue un contundente fracaso de técnica y estilo lo cual sedimentó una trayectoria histórica perdedora que se ha convertido en una especie de “lastre” social.

8. Sin embargo y a manera de conclusión, me pregunto si en verdad es tan importante ser triunfadores en el futbol. Talvez sí, pero probablemente sólo lo podamos ser en la medida en que dejemos de ser campeones en las técnicas del agandalle y del que-se-chingue-el-otro y retornemos un poco más a la práctica social de lo reciproco y comunitario. Lo dejo a sus comentarios.

1 comentario:

  1. Hola Sergio:

    Me agrada tu relato sociohistórico acerca de la condición del futbol mexicano. En realidad yo desconozco de este deporte, es más me produce mucho rechazo, sin embargo como objeto antropológico me parece terriblemente interesante.

    Desde mi punto de vista era más que sabido que México perdería, de hecho por aca hubo en el marketing de muchas tiendas, la oferta de llevarte gratis pantallas gigantes y hasta casas si México ganaba, jeje que bien sabían que no iban a perder su lana!!!

    Yo me preguntaba porqué si es un deporte al que se le invierte tanto, siempre resulta que pierden, es que no mandan a los mejores o qué es lo que ocurre?

    Bueno, me puse a pensar en términos sociales con la nula información que cuento y que gracias a tu blog la he incrementado. Supongo que tiene que ver sí con la técnica, pero también con esta cuestión que tú al final marcas como lo comunitario, me parece que no se juega en equipo, no hay una noción de lo grupal, hay mucho protagonismo individual creo yo. Por otro lado si pensamos que el futbol es un instrumento de control de las sociedades disciplinarias, qué tanto tiene que ver el hecho de que se pierda con que los niños y jóvenes puedan identificarse siempre con ídolos que están en posibilidades de ser exitosos e intentaran ser campeones, pero jamás lo lograrán, siendo una mejor forma de controlar a perdedores?

    Bueno es lo que a mí se me ocurrió tú que eres el experto cómo ves?

    Te mando un saludo desde este México, que sigue esperanzado a que la historia cambie algún día.

    Cristina Torres

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